martes, 9 de septiembre de 2014

El valor que no está en el reino de los cielos de Cuba

Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz

Angel del Toro Fonseca

Una de las cualidades humanas que es inherente a los cubanos es el valor. Ese que nos hace intocables e intransigentes por nuestros derechos, en cualquier parte del mundo.
Quizás por esa cualidad, el cubano más grande de esta generación, renunció a la riqueza de su familia y se enfrentó abiertamente a una dictadura, que en los años 50 del pasado siglo, asesinaba a diestra y siniestra a quien se le oponía.

Ese cubano organizó un insólito asalto a la segunda fortaleza de Cuba el 26 de Julio de 1953, se salvó casi de milagro, estuvo a punto de ser asesinado en las estribaciones de la Sierra Maestra y luego a pecho descubierto enfrentó a todo un jurado que le condenaba y se convirtió de acusado en acusador. A ese cubano la historia lo comenzó a absolver por su valor, desde que lo encerraron sin luz para leer sus libros en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. Continuó desafiante y al salir de la prisión, declaró su destino de liberar a Cuba o convertirse en mártir. Tuvo el valor de enfrentar el exilio, de conducir una expedición llena de soñadores, de emprender una batalla suicida y de ganar una guerra contra 20 mil soldados de la dictadura y un imperio al frente.

No alcanzan cuartillas para hablar del valor de este hombre. Es solo parte de la historia de un cubano que tuvo el valor de prohibir monumentos y el culto a su persona, que condujo esta nave durante el Período Especial y sigue aun como su Comandante en Jefe. No hace falta el nombre. Gracias a la práctica de este hombre hoy somos fidelistas, que equivale a ostentar la c de coraje para vivir en Cuba hoy y no abandonarla a su suerte.

Pero como en todas las batallas hay víctimas, y desdichadamente en la nuestra hay algunos cubanos a quienes les falta la c. Les falta el coraje a algunos para continuar viviendo con modestia y ayudar al prójimo en apuros. Les falta el coraje a quienes atienden todos los días a las amas de casa o los ancianitos subsidiados, y dicen redondamente No por el peso que falta para tomar el coche o para comprar la ensalada.

Falta el coraje para recordar que en medio del Período Especial se alimentaban hasta tres casas con una cucharada de aceite o se compartía entre los niños de la cuadra lo que se conseguía para uno. Va faltando el coraje para responder al vecino necesitado de una escalera, que no se cobra ni un medio por hacerla, porque quien la va a usar es precisamente una vecina enferma y necesitada.

Falta el coraje en algunos que acaparan para vender sin mirar el rostro y toman las monedas sin preguntarte si esas son las únicas que te quedan para el mes. Falta el coraje en quienes van seleccionando los amigos por lo que tienen y pueden dar y  no por el corazón; por el puesto y no por la moral. Falta coraje en estos tiempos para denunciar a quien roba, aunque se sepa que me este robando a mí; para reclamar el derecho de lo que me toca, para tocar a las puertas de los responsables y llevar un análisis hasta sus últimas consecuencias.

Falta coraje en no pocos que van dejando pasar el tiempo y la vida, a ver como termina Cuba sin hacer nada. Hace falta valor para admitir la crítica del humilde y no justificar tanto al funcionario negligente, sea quien sea. Para llegar a las fábricas y al surco y dialogar primero con el obrero y el campesino que no mienten y solo se contentan con que le den los recursos para trabajar más y mejor. Esos, que como los niños, ni callan verdad, ni dicen mentira. Pero hace falta también valor y fe para reclamar los derechos de un colectivo en asamblea abierta, ante quien sea y donde sea; para proponer caminos y exigir respuestas al no se puede.

Hace falta valor para alcanzar la Cuba próspera que nos hace falta, aunque estoy absolutamente seguro de que sobra coraje para enfrentar a quien intente poner un pie en este país en son de guerra. Pero ese no es el caso. Son más delicados otros temas de estos tiempos.

Hace falta coraje para rescatar el valor que no está en los reinos de los cielos sino aquí bajo nuestras plantas. Para refrescar las ideas del Comandante y enrumbar por donde parece más difícil; para dejar a los pusilánimes a un lado y decirle a nuestros hijos y nietos un día: yo soy fidelista que equivale a ser valiente hasta la muerte.